NARRADOR: ¿Queréis que os cuente una parábola de Jesús? me parece que así lo entenderéis mejor. ¿Os cuesta entender las parábolas?
Niño 1: Pero Jesús tiene mucha paciencia y nos lo explica muy fácil. ¡Empieza, empieza!
NARRADOR: En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
JESÚS: Yo soy la vid, ¿Sabéis lo que es la vid?
NIÑO 2: Sí, claro, lo sabemos. Es una planta con tallos y hojas que nos da uvas.
JESÚS: Muy bien. ¿Y sabéis cómo se llaman a los tallos y a las hojas de la vid?
NIÑO 1: Si, también los sabemos
JESÚS: ¡Muy bien! Me alegra mucho que lo sepáis. Entonces vais a entender muy bien lo que os voy a contar. Yo soy la vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento que no da fruto en mí lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto.
NIÑO 2: Nosotros también queremos ser sarmientos.
JESÚS: Vosotros ya estáis limpios por la palabra que os he hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden.
NIÑO 2: Es verdad, Jesús, sin ti no se puede hacer nada. Y los que no hacen nada son como los sarmientos secos.
JESÚS: Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará. Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos
y que nos hace producir para el bien de nuestros hermanos.
Gracias por ser el viñador que nos cultiva y nos poda cuando
realizamos actos contrarios a tu voluntad.
Por todos los momentos de alegría y felicidad
que nos regalas en nuestras familias,
gracias, Señor.