MC 9,38-43.45.47-48
En aquel tiempo Juan dijo a Jesús: «Maestro, hemos visto a uno que echaba los demonios en tu nombre y no anda con nosotros, y se lo hemos prohibido». Jesús dijo: «No se lo prohibáis, porque nadie que haga un milagro en mi nombre puede después hablar mal de mí; y el que no está en contra de nosotros está a nuestro favor». «El que os dé de beber un vaso de agua por ser del Mesías, os aseguro que no se quedará sin recompensa». «Al que escandalice a uno de estos pequeñuelos que creen en mí, más le valdría que le ataran al cuello una rueda de molino y lo tiraran al mar. Si tu mano es para ti ocasión de pecado, córtatela. Más te vale entrar manco en la vida que ir con las dos manos al fuego que no se apaga. Más te vale entrar cojo en la vida que ser arrojado al fuego con los dos pies. Más te vale entrar con un solo ojo en el reino de Dios que ser arrojado con los dos ojos donde el gusano no muere y el fuego no se apaga.
Ser «de los de Jesús» no es cuestión de títulos o de etiquetas. Es cuestión de actitud, de implicación real en la construcción del Reino. Una construcción que recibe aportaciones muy diversas: ideas, obras, trabajos, de muchos hombres y mujeres que no necesariamente son cristianos, pero que están comprometidos en la lucha por la justicia, la paz y la solidaridad.
Jesús,
tu actitud de acogida
y tu disponibilidad para ayudar
a todos aquellos que pasaban necesidad,
nos revelan la bondad y el amor del Padre;
nos hacen comprender su deseo
de ayudarnos tanto espiritualmente
como física y materialmente.
Tu corazón estaba siempre abierto a todos.
Ahora continúas pidiéndonos
que amemos incluso a los enemigos
para que seamos semejantes al Padre del cielo,
que se preocupa de todos
y ama a buenos y malos.
Ayúdame a seguir el camino
que me has mostrado
y que toda mi vida esté impregnada
de amor y de compasión hacia los demás.
«… siempre es más importante lo que une y no lo que separa.»
«No discutimos quién tiene razón; acerquémonos, conozcámonos, amémonos y responderemos a la oración de Jesús: que todos sean uno»
«… hemos de servir al hombre como tal, no sólo los católicos. Defender en todo y antes que todos los derechos de la persona humana, y no sólo de la iglesia católica. No es el Evangelio que cambia. Somos nosotros que empezamos a entenderlo mejor… Hay que reconocer los signos de los tiempos y mirar allá. »
«Los pacíficos que el Evangelio proclama bienaventurados no son inactivos, son los que trabajan por la paz, una paz basada en la verdad, que tiene como objetivo la justicia, como fuerza del amor, como método la libertad.»
«La iglesia no es un museo arqueológico que tengamos que conservar, sino un jardín abierto. Es la fuente de agua fresca en medio de la plaza del pueblo para que todos puedan beber”
Recortes de Juan XXIII